Pensar el futuro

Pensar en el futuro

Es interesante, grácil y donoso lo contradictorio y vulnerable que puede llegar a ser un ser humano. Contradictorio en tanto al sentido de la propia experiencia de la dualidad en la que se mueve y que impera y lo impele a moverse —a eyectarse hacia afuera— de “arriba a  abajo”, a oscilar entre los dos polos existenciales, situación que se agudiza por el propio desconocimiento de esta ley rítmica y cósmica, la inconsciencia generalizada y exteriormente propugnada y enaltecida por oscuros intereses creados. Vulnerable, sería quizás el aspecto más palpable del hombre, frente a las fuerzas del destino y de la naturaleza y sobre todo frente a las propias, las que emergen de su interioridad, de su psiquis, de su propio ser a través  de los instintos del pensamiento, la sensación, el sentimiento y la emoción, que lo impulsan a actuar de determinada manera y actúan como efectivo motor de la misma contradicción comentada.

Sin embargo, a pesar de todo esto, el hombre alberga un potencial inmenso, un poder indescriptible para hacer girar las ruedas del destino a su favor, para alcanzar alturas insospechadas. Para penetrar en lo más insondable de la existencia, para trascender la contradicción y volverse literalmente invencible.

Por supuesto, esto requiere de un trabajo, de una entrega, de una perseverancia, cimentadas en lo que siempre propugno, he propugnado y propugnaré (…) la fe y la paciencia para reinventar continuamente el ser en tanto a ser, para volver a pensarnos, para ser ergo «pensando el futuro», y claro, pese a que esta realidad se encuentra al alcance de todos, no todos la creen o si lo hacen muchos no poseen la fuerza de voluntad necesaria para realizar esta tarea alquímica, esta transformación del espíritu dialéctico, esta mutación de la mente y el consecuente emerger de la Consciencia.

Fe es tener confianza, es visualizar la meta y el propósito aunque nadie más lo pueda ver. Paciencia es serena calma en la expectancia, es la piedra angular de la constancia, es estoicismo en la espera.

El ser humano vive en una continua y persistente huida de sí mismo, de sus propios conflictos interiores, de sus miedos infundados e irracionales, de sus dudas e incertidumbres, de su propia grandeza y su oculta y ocultada miseria muchas veces manifiesta, de sus anhelos y sueños más grandes, de su inexplorado e insondable mundo interior, de su propia mente y sobre todo de su propio corazón. Y todo esto aupado y agudizado por la era tecnológica que estamos viviendo y presenciando, lo cual le da a ese escapismo casi inconsciente, más herramientas para enraizarse y prosperar, ni se diga la infame influencia del entorno, del sistema, de la cultura misma con sus artes, instituciones, religiones, tradiciones, conservadurismo, política, deportes, etc.

El ser humano se teme a sí mismo y a lo desconocido, es decir, —a él mismo—, valga la tautología. Y es esa misma falta de conocimiento de sí mismo es lo que lo hace y lo lleva a temer a los demás y a lo demás. Al fin y al cabo es una verdad y realidad metafísica y casi física, psicológica y cósmica la que afirma que el mundo de afuera es tan sólo un reflejo perfecto del mundo interior del individuo, y esto llevado a niveles macro o colectivos, nos trae como resultado directo la actual debacle individual, familiar y social que estamos viviendo en todos los estratos y niveles.

Nos hemos olvidado de nosotros mismos, de nuestra misma compartida humanidad, de nuestra cotidianeidad interior y exterior, perdidos en los sentidos, en la engañosa y marketeada sensorialidad y personalidad, estúpidamente absortos en lo insulso, en lo vano, en lo inmediatista, en la triste fenomenología de los objetos, incluyéndonos en ellos, cosificándonos, destruyéndonos, socavando nuestra íntima y desplegable esencia, nuestro ser, corazón, alma y voluntad, dormidos en un sueño, más bien una cruel y recurrente pesadilla, sin aparente final…

No así, no soy tan pesimista como lo han sido muchos grandes pensadores respecto a la humanidad, aún mantengo la firme y estoica esperanza y confianza en un vuelco de la situación, quizás en algunas décadas o en cientos de años, si es que sobrevivimos como especie a todo lo que amenaza nuestra más básica supervivencia.

Tengamos fe y paciencia, pensándonos hoy para un decente futuro.

manueldeguzman bactriana

Por Manuel de Guzmán

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