Otra mirada al transhumanismo y posthumanismo

Transhumanismo y posthumanismo

Resumen: Se describen los orígenes y el proceso histórico que dio lugar al movimiento intelectual transhumanista, sus etapas y su constitución actual; se señalan sus limitaciones y sus alcances según consideraciones personales; se expone la postura del filósofo Peter Sloterdijk y una crítica.

I. Historia de reflexiones sobre las técnicas que dieron origen al Transhumanismo

En general, los griegos –como Platón o Aristóteles– pensaban a la técnica como mímesis, una mera imitadora, la cual remedaba aquello que la naturaleza podía hacer con mayor perfección y elegancia. Así como la verdad estaba en el Eidos o en el Nous, los procesos verdaderos eran los naturales, la técnica sólo podía aspirar a simularlos. El artefacto era un simulacro y la belleza estaba en lo natural. El demiurgo platónico, aquel que creó todo lo que existe, hizo un remedo de las ideas eternas y le dio forma a la materia.

La modernidad es una época clave para el transhumanismo, en ella se da un salto cualitativo en el desarrollo técnico y el rol del hombre en la naturaleza, sobre todo durante la revolución industrial, pues no es casualidad que surgiera aquí la primera reflexión sobre la técnica, la cual estaba comenzando a revelarse como forma de poder. Parece acontecer con énfasis una especie de antropocentrismo que intenta superar el dualismo cartesiano para asumir el materialismo mecanicista. La modernidad trajo al dios relojero, aquel que mostraba a la naturaleza como autónoma, el secularismo, la religión al ámbito privado, los desarrollos técnicos; todo confluye para que se piense en un hombre nuevo. El hombre parece ser desde entonces el protagonista de la historia y de la naturaleza. Más tarde, esto da lugar a muchos movimientos de notable influencia, como el positivismo o el marxismo. El impacto del evolucionismo de Darwin vino para reforzar y resignificar esta fe progresista, empezaron a atribuirseles facultades sobrehumanas a nuestros descendientes, se pensaba en una especie de evolución artificial que apelaba a las técnicas de selección de los ganaderos que inspiraron a Darwin.

Por si fuera poco en la misma época, alrededor de 1883, Nietzsche expresa en su primera edición del  Also Sprach Zarathustra que «el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre»(Nietzsche, 1998: 42). Con todos los abusos ideológicos que sufrieron sus textos, legitimarse en estos para una especie de evolución hacia una humanidad más potente y con destrezas físicas y mentales superiores, fue uno de los más notables. Prácticas como la eugenesia eran muy defendidas a principios del siglo XX por numerosos intelectuales, entre estos contamos con G. B. Shaw, Annie Besant. No eran pocos los que se respaldan en Nietzsche y su profecía del superhombre. Muchos intelectuales y gobiernos han apoyado prácticas de eugenesia, un ejemplo claro es el gobierno del estadounidense Theodore Roosevelt, los únicos condenados por el imaginario social parecen haber sido los nazis, pero definitivamente no fueron los únicos.

El primer filósofo de la técnica fue Ernst Kapp (1808-1896). Si intelectuales como Franklin y Carlyle definían al hombre como «el animal que hace herramientas» Kapp pensó que cada herramienta se podía deducir de la misma anatomía, estas no serían otra cosa que la proyección de un órgano, o bien una prótesis capaz de amplificar el poder o suplir una carencia: los lentes y altavoces de los ojos y boca; los peines y las tijeras de los dedos; etc. Del mismo modo hace casi medio siglo, McLuhan Marshall (1911-1980) hablaba de las extensiones del hombre, en el clásico Understanding Media; sostuvo la tesis de que las tecnologías eran extensiones de órganos humanos: las telecomunicaciones de la mente; el martillo del puño; el telescopio de los ojos, etc. En el sentido que todos estos intelectuales le dan a la técnica, podría decirse que es esta una forma más de autopoiesis, una extensión de la vida humana, así como por ejemplo lo es el tener hijos o cualquier cosa que aumente las posibilidades de supervivencia de una especie.

Muchos intelectuales fantaseaban con ideas propias de la ciencia ficción, de hecho muchos científicos eran, al mismo tiempo, escritores de este tipo de literatura. Y, muy a menudo, estos literatos (sean científicos o no) se fundaban en ideas propias de la ciencia que practicaban o en las de divulgadores autorizadas. Entre estos cabe mencionar, por ejemplo a: Julio Verne, H.G. Wells, George Orwell, Arthur C. Clarke, Philip K. Dick, Ray Bradbury, Isaac Asimov, Carl Sagan, entre otros.

II. La formación del Transhumanismo

El Transhumanismo actual, que vendría a ser una teoría «biopolítica«, tiene una deuda clara con la ciencia ficción, pero más aun con un certamen de los años veinte en el que participaron figuras como: J.B. S. Haldane, Bertrand Russell, J.D. Bernal, y Law Whyte. Al grupo, luego, se sumaron Julian Huxley, Michael Polanyi y Karl Popper. La convocatoria tenía un objetivo político: abogar por la creación de un ministerio británico de ciencia y tecnología. Para persuadir a la opinión pública de la necesidad de una política científica, pensadores como el matemático Russell (Ícaro, 1924), el genetista Haldane (Dédalo, 1923) y el cristalógrafo Bernal (El mundo la carne y el demonio, 1929) compitieron por imaginar las recompensas que la ciencia podía ofrecernos, si el Estado se decidía a respaldarla. Entre estos el más cauteloso parecía ser Russel, mientras que el más especulativo era Bernal, incluso a menudo acusado como delirante por sus ideas de desmaterialización, es decir, imaginaba que las extensiones de las que se venía hablando siglos pasados se integrarían al mismo cuerpo o lo reemplazarían, para que de este modo fuera reemplazado por algo menos corruptible como una máquina y dejará de ser un parásito del medio. También pensó en un dimorfismo que dividiría a la humanidad en dos especies, algún día la especie superior se separaría de los imperfectos seres humanos que quedan en la Tierra, la cual para entonces sería convertida en «zoológico«.

La metanarrativa de Bernal, asumida hoy por los transhumanistas, expresaba un radical rechazo por el mundo físico, sobre todo por el cuerpo, incluso llegó a imaginar una humanidad totalmente etérea, en la que los órganos fueran reemplazados por nubes de átomos. Es evidente la numerosa ciencia ficción que este tipo de ideas inspiraron; la literatura y el cine están plagados de obras con estos elementos, pueden mencionarse dos muy cercanas a estos intelectuales y muy famosas: Últimos y primeros hombres (1930) de Olaf Stapledon, inspirada en la idea de cerebros separados del cuerpo propuesta por Bernal; Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley, inspirada en las manipulaciones biológicas de Haldane.

III. Transhumanismo actual

A finales del siglo XX las ideas de Haldane y Bernal fueron retomadas por el movimiento transhumanista, la World Transhumanist Association fue fundada en 1988 por los filósofos Nick Bostrom y David Pearce. Esta organización lo define como: “El transhumanismo es una aproximación interdisciplinaria para comprender y evaluar las probabilidades de superar las limitaciones biológicas aplicando las capacidades de las presentes y futuras tecnologías. Los transhumanistas buscan expandir las oportunidades que brinda la tecnología para que la gente pueda ser más saludable y longeva y aumentar su potencial intelectual, físico y emocional.”(Puede leerse en su página web o en conferencias disponibles en la web)

Este movimiento ideológico también es definido por Nick Bostrom en su Intensive Seminar on Transhumanism y en muchas de sus conferencias como: “Movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y de aplicar al hombre las nuevas tecnologías, para que se puedan eliminar aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana.” (Bostrom, 2003)

Se reconoce que el primero en usar el término fue Julian Huxley en 1927. En la primera edición de su Religion without revelation, proclama: “La especie humana puede, si así quiere, trascenderse a sí misma, no solo enteramente, un individuo aquí de una manera, otro individuo allá de otra manera, sino también en su integridad, como humanidad. Necesitamos un nombre para esa nueva creencia. Quizás transhumanismo puede servir: el hombre sigue siendo hombre, pero trascendiéndose a sí mismo, realizando nuevas posibilidades de, y para, su naturaleza humana”. (Huxley, 1967)

Las premisas de Huxley parecen haber sido excedidas por sus seguidores, sobre todo si se considera  que algunos de ellos piensan en convertir la mente humana en información y descargarla en un computador.

Esta corriente ideológica tiene claros matices religiosos, pues aunque la mayoría de ella se declara atea y materialista, los transhumanistas aspiran a crear una espiritualidad cuyas metas últimas son las que ofrecían las religiones (eliminación del sufrimiento, inmortalidad, eterna juventud) pero prometen que serán realizadas en este mundo. Y cualquier tecnología real o posible que sirva para acercarse a estas metas cuenta con su apoyo: desde la criogenia que permite congelar los cuerpos humanos para una futura resurrección (Ettinger); la nanotecnología que remodela órganos y sistemas (Drexler); hasta la reproducción artificial, para suprimir el sexo y los conflictos de género (Haraway). Sostienen, los transhumanistas, que a mediados de siglo las tecnologías ya permitirán cambios profundos y definitivos en la naturaleza humana.

Los transhumanistas piensan que ha llegado la hora de que el hombre tome el control de la evolución humana. Sostienen que en la época del auge técnico, donde ha habido más avances en un siglo de los que hubo en el resto de la historia de la humanidad, el ser humano debe afrontar la tarea de superar sus propias limitaciones. Ven la naturaleza humana como un trabajo en progreso, no acabado, tosco en algunos aspectos, muy lejos de ser perfecto, algo que podemos aprender a remodelar de modos deseables. Una de sus características principales, entonces, podría decirse que es la “objetivación” del ser humano. Es decir, la naturaleza (y el mismo humano, que pertenece a esta) es moldeable; el ser humano es su propio arquitecto, su propio Demiurgo, parece ser que ese Dios que Nietzsche ha dado por muerto no fuera otro que el Demiurgo Platónico o gnóstico, y que la tarea de algunos humanos ahora sea enmendar sus errores, no hacernos a imagen y semejanza de nada, sino según sus propias fantasías de omnipotencia. Piensan en el futuro de los humanos, como superhombres, por lo que parece inevitable invocar a Nietzsche, pero los transhumanistas evitan asociarse directamente con su nombre, pues no quieren que se los relacione con términos que son muy sensibles para la opinión pública, como; eugenesia; racismo; nazismo; etc.

IV. Alcance y poder del movimiento, limitaciones y elementos rescatables

Agitar fantasmas monstruosos como las bombas atómicas o el nazismo y endilgarle toda la responsabilidad a la tecnología escamotea la cuestión ética. Las tecnologías no caen del cielo, nacen cuando hay una cultura que las reclama. Muchos neo-nietzscheanos pueden llegar a decir cosas más siniestras que muchos transhumanistas, aunque adornadas con sutileza y erudición europeas.

Algunos transhumanistas tienen buenos argumentos, se piensan como una extensión del humanismo, ya que comparten su preocupación por el ser humano en general y por los individuos en particular. Lejos de ser esta una posición utópica, consideran al igual que el humanismo, que aunque no se logre la perfección, sí es posible mejorar la condición humana para consigo mismos y con la naturaleza acercando los avances técnicos, promoviendo un pensamiento racional, la libertad, la tolerancia, la democracia y la preocupación por los semejantes seres humanos.

Como movimiento con un ideario innovador no es algo homogéneo y hasta resulta, en ocasiones, extraño, con amplísimas, numerosas y variadas conexiones, diversas ramificaciones, y finalidades muy distintas, así pueden encontrarse militantes provocadores, radicales, frívolos, amorales, polémicos y hasta con ideas peligrosas. No obstante algunos pensadores tratan estas problemáticas de manera profunda y seria, desde una reflexión comprometida, aportando argumentos filosóficos y éticos sólidos, propiciando un fructífero e interesante debate.

Entre las vertientes más destacadas se considera, por ejemplo: un Transhumanismo Cristiano, o también llamadotrascendente, que se enfoca primordialmente en la mejora de la dimensión espiritual del ser humano; el Singularismo, que sostiene que se puede unir la materia y la vida logrando una singularidad que debe ser promovida y asegurada; existe un Tecnogaianismo, que se nutre de la famosa hipótesis Gaia y defiende una tecnología a favor del medioambiente; un Transhumanismo democrático, nutrido de la democracia liberal y la democracia social. Es una filosofía que busca una síntesis entre el transhumanismo y estas políticas; también existe el posthumanismo, una filosofía social basada en los principios del humanismo.

Para muchos promotores de esta filosofía, podría decirse que sólo somos un peldaño de lo que podemos llegar a ser. Su énfasis está centrado en el potencial de llegar a ser del que disponemos. Afirman no solo que podemos desear mejorar la condición humana, sino que hacerlo sería lo correctamente ético mientras que no hacerlo, lo opuesto. Así como el ser humano ha sido una ameba o un simio, puede ahora ser un cyborg, preguntarse cuándo comenzó la técnica a transformar al ser humano es como preguntarse cuándo comenzó la cultura. Desde entonces la evolución no es meramente natural, sino que el hombre la ha piloteado precariamente, pues los transhumanistas proponen hacerse cargo de esto y promover políticas y técnicas (como algún tipo de eugenesia controlada) para asegurar un adecuado y mejor futuro de las generaciones actuales y las venideras, con el fin de potenciar sus destrezas de manera elevada y correcta.

¿Cuáles son los objetivos de esta corriente? Es evidente que uno de los objetivos principales de este movimiento es el mismo que tuvo el famoso certamen de los años veinte, influir en el poder, que el Estado apoye a la ciencia y la tecnología según las premisas transhumanistas, promoviendo los beneficios que esto puede tener, lo cual sería peligroso, pues podría significar una exclusión biológica, es decir, más allá de la exclusión social que todavía padecemos, algunos esquemas transhumanistas autorizarían el dividir a la humanidad en dos especies, como lo teorizó Bernal, el cual lo consideraba algo inevitable.

Puede parecer, a simple vista, un grupo utópico New Age, efímero y con escasas posibilidades de hacerse fuerte, de tener poder. Pero acontecimientos de las últimas décadas parecen reforzar y resignificar este movimiento, sin mencionar que cada vez se le suman más personas.

V. Una nueva eugenesia transhumanista propuesta por Peter Sloterdijk

En la conferencia Normas para el parque humano Sloterdijk critica al humanismo tradicional mediante una supuesta respuesta que le daría a la «Carta sobre el humanismo« de Martin Heidegger. Parece reinventar el término eugenesia con una sutileza y retórica notables.

Nada de esto pasó desapercibido. En 1999, el escándalo se hizo famoso cuando varios suplementos literarios en Alemania realizaron fuertes críticas contra Sloterdijk, el hasta entonces respetado pensador de la vanguardia de izquierda, protagonista de relevantes y exquisitos debates sobre la producción artística y literaria alemana; fue acusado de exponer un discurso cargado de retórica fascista que elevaba a la tecnología genética por encima de la ética y la cultura de nuestros tiempos.

Una de las revistas más famosas e importantes de Alemania Der Spiegel (en alemán,»El Espejo») menciona que en la exposición de Sloterdijk se aboga por una selección genética que debía ser conducida deliberadamente por una élite intelectual.

Peter postula que el humanismo ha organizado las macroesctructuras políticas según un modelo propio de la ilustración, de sociedad letrada amable. Es decir, el humanismo está fracasando al operar igual que en siglos pasados, se ha vuelto obsoleto y no se adapta a los avances técnicos de la actualidad. Proclama que en la era de la información (donde, por ejemplo, puede encontrarse casi cualquier información en google) la lectura obligada de los textos canónicos es algo arcaico y absurdo. Y lo adecuado a la contemporaneidad serían más bien las biotecnologías, los fármacos, y los medios de comunicación, pues tienen un influjo decisivo en el ciudadano moderno. De esto se sigue que debemos pensar un nuevo humanismo, que podemos llamar posthumanismo.
Parece legitimar su discurso al citar las famosas palabras de Nietzsche proyectadas en su obra Así hablaba Zaratustra:

“Redondos, justos y bondadosos son unos con otros, así como son redondos, justos y bondadosos los granitos de arena con los granitos de arena.”

“Abrazar modestamente una pequeña felicidad– ¡a esto lo llaman ellos «resignación»!…”

“En el fondo lo que más quieren es simplemente una cosa: que nadie les haga daño…”

“Virtud es para ellos lo que vuelve modesto y manso: con ello han convertido al lobo en perro, y al hombre en el mejor animal doméstico del hombre.”

Hace también una crítica a Nietzsche, manifieta que este filósofo sostuvo la idea de establecer una nueva lucha para revelar la función de los domesticadores, pero nunca estableció un agente planificador, por lo que su proyecto no se pensó en términos políticos, sino en una corriente biocultural sin sujeto, una cría sin criador, algo sin sentido. Desde aquí, Sloterdijk proclama que la evolución será dirigida artificialmente por la biotecnología y la antropotécnica. Como si las sociedades tuvieran que atravesar un proceso de cambio en el que se supere a Platón y se asuma a Nietzsche, no ya en el imaginario colectivo e individual, sino en las condiciones materiales concretas: políticas y biológicas. Se supera la idea del supergobernante platónico y se toma al superhombre nietzscheano. Esto no es mero delirio futurista, pues muchas tecnologías que serían las protagónistas de este cambio ya existen, son las que el autor llama antropotécnicas, todas aquellas técnicas de manipulación biológica, como: la selección prenatal; la reforma genética; el nacimiento opcional; etc. A todas estas, Sloterdijk, las denomina antropoténcias biopolíticas.

El Filósofo da a entender que el humanismo tradicional sería como una escuela utópica domesticadora del hombre y lo que debe hacerse es reclamar una nueva forma de entender a la humanidad, según una visión genético-técnica. No debe retomarse el humanismo clásico, como habría hecho Heidegger, sino asumir la eugenecia como una nueva forma de humanización. Se establecerían así nuevos caminos que amplíen los horizontes y no reduzcan la condición humana a la expresión leída y escrita; que el humanismo no se enfoque exclusivamente en el ser culto, incorporar valores, aprender conceptos, etc. De acuerdo con lo que expresa no somos sólo seres culturales, sino también seres naturales y técnicos. Afirma que la técnica se encuentra arraigada profundamente en la sociedad y forma parte de nuestro vivir cotidiano, más presente es la experiencia técnica que la experiencia natural, por lo que necesariamente se daría fin al evolucionismo, para dar paso a una “tecno-evolución”. Ejemplos del poder abrumador de la experiencia técnica contemporánea puede verse todo el tiempo en las nuevas tecnologías, desde la armamentística hasta lo más cotidiano que podría imaginarse, como el caso del Internet.

Al invocar a Nietzsche, y criticar la ética de la postguerra alemana de Habermas y el humanismo «amansador» tradicional, Sloterdijk no da lugar a ninguna ética, sino a lo sumo a una antropotécnica, el filósofo hace referencia a que siempre hubo «pastores» que gobernaron al rebaño, siempre hubo adiestramiento por parte de humanos hacia otros humanos. Y que aunque estas palabras sean sensibles a lo políticamente correcto, en realidad no son muy distintas de palabras como «educación». Los políticos son unos pastores que experimentan, sin más, con una especie de eugenesia a la que no se la llama con su nombre propio.

Se vive en una época de renacer nietzscheano, donde una propuesta de eugenesia que remonte a este filósofo parecía ser inevitable. Se habla de que la manipulación genética permitirá una nueva sociedad y un nuevo ser humano, por lo que será necesario un nuevo humanismo, un posthumanismo. En cuanto a concebir a la humanidad como un zoológico, ya se le había ocurrido a Bernal. En textos tan polémicos como este es difícil saber hasta dónde hay una mera retórica transgresora o ironía y hasta dónde es una propuesta seria y una tesis sólida. Pero en un contexto cargado de relativismo, puede llegar a justificarse casi cualquier idea, cuando no a convencernos, de que no hay otra alternativa.

VI. Conclusión

Nada de lo expuesto en el texto debe llevarnos a condenar los avances científicos. Se trata más bien de fomentar un debate interdisciplinario, que permita pensar las consecuencias (éticas, sociales, políticas, entre otras) de dichos avances. Por eso, la bioética es tan importante. Hoy no se pueden pasar por alto la cantidad y cualidad de los avances tecnocientíficos, los cuales nos afectan a todos e implican un cambio profundo en nosotros mismos como especie. El descubrimiento del genoma humano y la manipulación genética que esto permite ofrece posibilidades abrumadoras: selección y fabricación de los hijos; creación de órganos en laboratorios; manipulación del fenotipo; clonación de animales; creación de nuevos seres vivos a partir de los existentes, cruce de especies, producción serial e industrial de organismos, etcétera.

El Filósofo Michael Onfray, en su obra Antimanual de Filosofía, nos dice: «Hoy día, las posibilidades técnicas de la biología molecular dan vértigo: podemos clonar, por supuesto, pero también, con las técnicas de reproducción asistida, congelar el esperma, inseminar a una mujer con los espermatozoides de su abuelo, vivo o muerto, una chica puede gestar para su madre un embrión, fabricado con el esperma de un progenitor fallecido; también pueden desaparecer las barreras que separan el reino vegetal, el animal y el humano, y se pudiera crear un ser asociando el mono con el hombre: inteligente como un humano y robusto como un animal». (Onfray, 2010: 106-107)

Sabemos que hay quienes podrán pagarse una mejora genética y quienes no. Que hay quienes, teniendo la posibilidad de crear un hijo mejor dotado genéticamente, lo harán sin pestañear, pues su hijo podrá tener mayores capacidades de desarrollar sus destrezas físicas y mentales a niveles elevados, por lo que estará más preparado para la vida. Esto es totalmente compatible con el mundo consumista actual, donde en la biopolítica del neoliberalismo todo el tiempo se fomenta un individualismo feroz, se enseña que lo mejor es invertir en ser “empresarios de sí mismos”, en el “capital humano”. Una sociedad como esta, claramente, posee valores totalmente preparados y compatibles para una sociedad eugenésica. Una sociedad genético-centrista, donde el dinero y la genética marcarán la pauta de la élite, que ahora no solo será una élite social, sino también biológica. Las sociedades parecen marcar el horizonte cada vez que vemos ese entusiasmo frenético por los nuevos avances tecnológicos, por esas promesas que nos brindan las ciencias duras, ese interés por los resultados de disciplinas como: la robótica; la biotécnica, la cibernética y hasta las “ciencias espaciales”.
Muchos sostienen que Nietzsche lo dijo todo, pero parece ser que también dijo lo contrario a todo. Estarán de acuerdo en lo contradictorio del autor, puesto que al analizar su obra podemos ver que parecía sostener una especie de eugenecia, pero quien lo lea con atención también puede encontrar en él una filosofía de la responsabilidad, presente en su concepto del eterno retorno. En este Nietzsche considero que podemos sumergirnos si pretendemos encarar los complejos y nuevos retos del hombre contemporáneo. El hombre es un homo artificex. La humanidad ha ido autotransformándose y seguirá haciéndolo. Pero las posibilidades no pueden ser ilimitadas, sino lo contrario: limitadas. No debe cometerse el error de avalar una irresponsabilidad absoluta, un liberalismo total, pues lo único ilimitado debe ser la responsabilidad.

“…el reconocimiento cínico de una situación mundial injusta no apunta a un déficit de saber sino a una corrupción del querer. Aquellos que mejor podrían saberlo no quieren comprender” (Habermas, 2002: 19)

Autor: Facundo Stratta Cavina

 

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