La lucha social – La necedad y sus justificaciones

la necedad y sus justificaciones

La degeneración de los ideales de la Ilustración y el Romanticismo derivó, sobre todo tras el derrumbe del marxismo clásico, en un nihilismo posmoderno que combina elementos opuestos de emancipación y pesimismo, hedonismo y supuesta “lucha social”, rebeldía y pereza, oscurantismo e iluminismo, colectivismo e individualismo; todo esto en el fecundo caldo de cultivo de la ignorancia radical, lo cual no podía fallar en producir ese terrible mal que es el nihilismo, el cual es una bestia enloquecida, babeante y dispuesta a destruir cuanto se encuentre a su paso, destruir por destruir, sin posibilidad alguna de llegar jamás a reemplazarlo con algo, no digamos mejor, sino al menos algo que no sea un vacío brutal e interminable. Ignorancia, pereza y contradicción interna: esa es la fórmula del nihilismo.

No es que no haya existido siempre una porción de la humanidad cuyo principal oficio y objetivo en la vida es crear conflictos donde no los hay, y destruir por destruir. La diferencia es que antes se les llamaba necios, mentecatos, estultos, y otros apelativos semejantes, comprendiéndose claramente que todo nace de una incontenible soberbia, de pensar de sí mismos más de lo que son. Y, por supuesto, mientras más idiotas son, más se creen listos. Sin embargo, a partir del siglo XIX, con las revoluciones filosóficas y políticas, la muerte de la teología, y el surgimiento del marxismo y otras doctrinas hermanas, que no son sino una teorización justificativa de la necedad de toda la vida, intentando hacerla pasar no sólo por intelectualmente válida sino además como moralmente obligatoria. Y, merced a una serie de círculos viciosos concéntricos, terminó la necedad por ser, primero, socialmente aceptable y, finalmente, oficial, mayoritaria y dominante.

Hay muchas variables de esa teorización de la necedad, pero todas tienen un núcleo común: crear conflictos donde no los hay. Se puede inventar una supuesta «lucha de clases» (marxismo clásico) o «guerra entre sexos» (feminismo) o «lucha por la libertad nacional frente a naciones opresoras» (nacionalismo), o «lucha de razas». El pretexto es lo de menos. El fondo del asunto es siempre el mismo, a saber, esa enfermedad mental grave que consiste no sólo en inventarse problemas donde no los hay, sino además sentirse una especie de profeta llamado a despertar conciencias, a la vez que un guerrero destructor de quienes se resistan a despertar. En pocas palabras, ahora el necio de toda la vida ya no es necio, sino un luchador de la justicia social, un paladín de lo moralmente correcto, un valeroso héroe a quien las fuerzas del mal (que sólo existen en su imaginación) ya no hallan cómo detener.

Ricardo Stern bactriana

Autor: Ricardo Stern

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