La Contracultura

contracultural
La fe es, desde hace muchos años, una guía de las acciones humanas. Hemos visto transitar la fe por muchos espacios y corrientes: catolicismo extremo, cristianismo moderado, Islam suní, chiíes, sionistas o judíos moderados. Generalmente, todos han creído en Dios.

La fe es, desde hace muchos años, una guía de las acciones humanas. Hemos visto transitar la fe por muchos espacios y corrientes: catolicismo extremo, cristianismo moderado, Islam suní, chiíes, sionistas o judíos moderados. Generalmente, todos han creído en Dios.

Parece que la creencia en Dios disminuye, pero no así la fe. En realidad, la Fe tiene un resurgir en este Siglo XXI, con el Dios cambiado. Mientras antes era Dios el que juzgaba, te acompañaba y protegía, te daba una guía de actuación y tenía los edificios más majestuosos, hoy ese Dios ha sido cambiado por el Estado. Seguimos, por tanto, rodeados de creyentes. Esa ha sido la cultura principal desde los inicios de la humanidad como civilización y lo sigue siendo hoy.

Era profundamente revolucionaria la actitud de negar a Dios, o lo que las iglesias decían de Dios, en el pasado. Es profundamente revolucionario negar el Estado, o lo que los burócratas dicen del Estado, hoy.

Ha sido la aparición del concepto de nación-estado moderno lo que ha ido haciendo creer a la sociedad que tal cosa existe: unas fronteras, una legislación, un monopolio de la fuerza y la ley ligadas a un territorio concreto. Hace tiempo, en Westfalia, los Estados decidieron que iban a intentar respetarse sus fronteras y que cada uno se ocupara de sus feligreses, como bien pudiera. Y cuando digo ‘ocupara’, me refiero a ordeñar.

Los actuales creyentes del Estado no son más que los antiguos creyentes en Dios, aquellos que necesitan asirse a cualquier cosa con tal de obtener una cierta sensación de seguridad. No son distintos de aquellos que creen en curanderos o visionarios: la creencia en las fronteras o en la legislación de los actuales estados no es distinta a la creencia en el reiki, y todas cuentan con el efecto placebo.

Pero el Estado lo ha hecho muy bien: sus instituciones se pueden tocar, sus leyes son escritas por humanos y sus Dioses (presidentes o dictadores) son personas reales, sus curas: los políticos.

Pero todo son mentiras que deben desacreditarse. El estado no te cura la salud, el estado no crea carreteras, el estado no proporciona seguridad ciudadana, el estado no se ocupa de la jubilación, el estado no se ocupa de la educación. El ganadero lleva al veterinario a sus animales, les enseña a obedecer órdenes, les da la maquinaria para producir, evita peleas entre los animales, pero todo con la intención de extraer de ellos la máxima producción posible. Así es como nuestros gobernantes actúan con nosotros.

Podríamos decir que el ganadero es enemigo de los animales. Igual podemos decir que los gobernantes son el enemigo de los ciudadanos. Tanto los animales como los ciudadanos están convencidos, por lo menos en apariencia, de estar agradecidos a su dueño.

Debemos ser ateos en todos los ámbitos, religioso y estatal. Hay que saber que la solución no nos vendrá dada, somos los responsables de encontrar la solución. Todas las instituciones sociales capaces de desbancar al Estado han sido ya creadas, e Internet conecta a todos los humanos entre sí. Nuestra capacidad de buscar alternativas no tiene límites.

Los seguros médicos sustituyen a la sanidad pública. Las empresas de construcción son las que hacen carreteras. Cada familia es capaz de educar a sus vástagos, o de asociarse con otras familias o de usar internet para hacerlo. Sabiendo que el estado es incapaz de proporcionar seguridad, hay infinidad de empresas de seguridad privada. El oro y la plata han sido usados como medios de intercambio durante miles de años, y han sido capaces de mantener un poder adquisitivo que haría rico a cualquier pensionista, con una buena tasa de ahorro durante su fase productiva. También durante siglos, los seres humanos han sido capaces de elegir su fuero, en vez de tener uno impuesto por su lugar de nacimiento.

La solución al Estado es la panarquía, la solución a la violencia es la educación. La oposición a la cultura imperante es el ateísmo radical.

Contracultura bactriana

Por Gerónimo Pascual

Facebook Comments