Coronavirus, pobreza, nuda vida y el futuro de República Dominicana

Hoy a esta fecha República Dominicana tiene 1,745 casos positivos, 82 fallecidos y 17 recuperados (Peguero, 2020), pero tomando en cuenta que se han hecho 5,183 pruebas hechas hasta la fecha (lo cual si tomamos en cuenta que para el 2020 (Datos macro, s.f) hay 11, 165, 259 habitantes, entonces la capacidad de testeo por cada millón de habitantes (al menos no oficial) es de 464 tests[1] de coronavirus por cada millón de habitantes. Estos números pueden ser desalentadores tomando en cuenta que si bien, se declaró cuarentena cuando habían solo 72 casos confirmados, se declaró Estado de emergencia por 25 días cuarentena por 15 días (recientemente se extendió 15 días más), los casos siguen teniendo un crecimiento positivo y la baja capacidad de testeo puede hacer que la población infravalore el papel que genera las medidas de distanciamiento social implementadas (solo tomar en cuenta que en estos días, durante los toques de queda, se han apresado a decenas de miles de personas), se escuchan enormes quejas de personas afectadas económicamente por las medidas propuestas, especialmente en una economía en la que más del 50 % de la misma es informal y depende del autoempleo en mucho de los casos.  Pero para entender algunos de estos fenómenos (otros que detallaremos más adelante sobre como se está abasteciendo a los pobres de este país) debemos de indagar sobre el estado actual de la pobreza en el país.

Como es sabido, República Dominicana es una economía emergente que ha tenido un crecimiento económico sostenido por políticas librecambistas (Dominican Today, 2014) que sirven para atraer inversión extranjera directa (ASIEX, 2018). Pese a esto, Republica Dominicana sigue teniendo enormes problemas sistemáticos como muchos países de Latinoamérica en el que la exclusión social, económica, la persistencia intergeneracional (ídem), y la pobreza en términos multidimensionales siguen siendo problemas a afrontar. Antes de hablar de cómo los sectores desfavorecidos de República Dominicana, debemos de poner en contexto los niveles de pobreza y en qué contexto se encuentra la pobreza actual del país.

El gobierno del actual presidente Danilo Medina, que lleva 2 períodos consecutivos gobernando, y dicho partido oficialista, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) lleva 16 años consecutivos gobernando, ha tenido muchas críticas no solamente por sectores opositores al oficialismo, sino de otros gobiernos y organismos internacionales, sitúan a República Dominicana como uno de los países más corruptos de América Latina. Durante este gobierno el mismo ha declarado que durante sus mandatos, el gobierno ha reducido a un 20.8 % la pobreza, la pobreza en RD estaba en 39.9% para el 2012. El problema es que la CEPAL contradice sus informes ya que sitúa este índice de pobreza en un 22.8 por ciento (CEPAL, 2019). Según el informe preparado por la misma (CEPAL, 2019) contradice la afirmación de que el gobierno ha situado la pobreza extrema en un 2.9 %, cuando realmente la organización la sitúa en un 5 %. El informe también revela que, en parte, el efecto ingresos que han tenido los hogares durante ese período de tiempo ha sido por el aumento de las remesas. El mismo informe sitúa a República Dominicana, Honduras y a El Salvador en los países que más remesas recibe de los países de Latinoamérica. República Dominicana recibe entre 216 a 225 dólares (datos del 2018) de monto por cada envío de remesas y esto ha crecido en un 4.9 por ciento en relación al año anterior.  Esto indica que el acceso al crecimiento económico descrito el Banco Central de República Dominicana (BCRD) no ha sido realmente para todos.

Esta concentración de riquezas se expone una vez analizamos una forma diferente de analizar la pobreza, que no es otra cosa que, mediante otro índice, el de pobreza multidimensional. Como es bien sabido, este índice busca medir la pobreza no desde la típica medida (ingresos) o desde el índice de pobreza calculado a través del Índice de Desarrollo Humano. Sino que mide diferentes dimensiones de la vida humana (Los cuales en el informe citado anteriormente constan de: 1) salud, 2) educación y Cuidado infantil, 3) sustento y trabajo, 4) vivienda y entorno, 5) brecha digital y convivencia). La pobreza, si es medida a través de instrumentos multidimensionales (como el actual índice de pobreza multidimensional) sitúa la pobreza del país en un 35.6 %, es decir, que un 35.6 % de los dominicanos sufre de pobreza multidimensional, la intensidad de la pobreza según el índice es de 41.3 %, es decir, que de 5 dimensiones que tiene el indicador de pobreza multidimensional, para caer en pobreza necesitas carecer de 1.5 dimensiones, por lo que en promedio la intensidad de pobreza vendrían siendo alrededor de la casi la mitad, 2.5 dimensiones o un 41.3 por ciento (SIBUEN)

Si nos adentramos en ahondar en una de las dimensiones mencionadas anteriormente, educación y cuidado infantil, del índice de pobreza, podemos entender el diagnóstico de otro problema estructural: tenemos una de las peores puntuaciones en PISA en matemáticas y ciencias (Diario Libre, 2019), aún cuando tenemos un Estado que invierte un 4 % del PIB en educación, pero, ¿en qué consiste esta inversión en educación? Dicha inversión ha sido mayormente en infra estructura (en instancias infantiles y en escuelas) pero no en capacitación y mejorar planes de estudio, renovar metodologías, en cambiar problemas estructurales de la precariedad en la que trabajan los profesores en escuelas públicas. Lo que, si se ve, es que, como nos expone este paper (2020) del economista Matthew Pecenco, el politólogo Carlos Schmidt Padilla, ambos doctorantes de la universidad de Berkeley, California y Hamilton Taveras (Del ministerio de Finanzas de la Dirección General de Impuestos Internos, DGII) en el cual participe como asistente de investigación, el cual explica el efecto del sistema de sorteos aleatorios de contrataciones de obras del Estado Dominicano y ver como afecta a trabajadores independientes, a empresas y otros efectos heterogéneos (mediante el modelo utilizado) relacionados a la creación de negocios creadas por el sistema de sorteos aleatorios. La investigación arrojó que, durante 5 años de implementación de esta modalidad de política pública en el país, los individuos que ganaban los contratos son un 7.8 % más probable de ser dueños de empresas de construcción y es 7.8 % menos probable de ser empleados del sector privado. Además, las empresas creadas por los ganadores de sorteos son más propensas de obtener contratos futuros y sobrevivir en el mercado que aquellas que no ganan en los concursos (Pecenco, Schmidt y Taveras, 2020). Además, la investigación arrojó que los trabajadores más viejos seleccionan en relación a las ganancias potenciales y que aquellos que son más jóvenes impulsan más emprendedurismo y creación de nuevas empresas. Ya que las personas con mayor rentabilidad marginal están dispuestas a asumir mayores costos para participar, reducir el número de contratos asignados en el mismo evento o aumentar los costos de solicitud al sorteo eliminaría a los que se benefician menos de estos de esta modalidad de política pública. Esto indica que el sector de construcción es un sector más bien beneficiado de dicho 4 por ciento, especialmente gran parte del presupuesto para educación se va en el financiamiento de estos sorteos de construcción, solo en 2017 (agosto) entregó 322 proyectos nuevos dentro de los cuales había 35 estancias infantiles, 170 escuelas y para finales de ese año se logró proyectar la construcción de 112 planteles escolares (MOPC, 2017).

Como podemos ver, este contexto de un Estado que se dice garante de derechos,  lo que existe realmente es un Estado con graves problemas de malversación de fondos, enriquecimiento ilícito de la clase política (como es el caso Odebrecht) (Perez, 2019) y una estructura clientelar enorme que data desde los tiempos de la dictadura de Trujillo (Cassa, 1982) (Mateo), el cual es marcado por desigualdad, falta de accesibilidad y pobreza que se maquilla con falta de prudencia metodológica en el manejo de estadísticas.  Entonces, la realidad es que, ante una pandemia, realmente tenemos un pueblo que es pobre no solo en términos de ingresos, sino pobre en términos de otras dimensiones de lo que significa pobreza. Estas personas, lamentablemente, tienen que recurrir a ayudas del Estado las cuales no son suficientes y no todo el mundo califica (Univisión, 2020). Algunas medidas económicas han ayudado a “mitigar” una herida de muerte con el equivalente a una vendita, pero gracias a las medidas adoptadas, ya más de 770 mil empleos han sido suspendidos (Silvestri, 2020) y aquí el código de Trabajo permite en situaciones de emergencia la suspensión indefinida del contrato de trabajo sin derecho a disfrute de sueldo durante el período en el que dure esa situación de emergencia. El descontento de parte de la ciudadanía con las medidas y la poca efectividad del gobierno para poder lidiar con las necesidades básicas alimentarias del pueblo, hace que el dominicano tenga que lamentablemente buscar de salir de su casa y trabajar (en el caso de que pueda, dependiendo de la naturaleza de su trabajo) para tratar de obtener, aunque sea un poco de soberanía alimentaria en este momento de emergencia. La falta de oportunidades, de facilidades de higiene, la falta de educación y la aplicación tardía (en algunos casos) y poco efectiva (en otros) de parte del Estado Dominicano constituye un escenario de pura nuda vida, como describe el filósofo italiano Giorgio Agamben, el cual es una vida que al ser despojada de potencial como ser político, una vida reducida a su pura biología, la cual puede ser sacrificada y no sería considerado homicidio (Agamben, 1998).

Partiendo de la tesis agambeniana acerca del poder soberano y la nuda vida, pareciera tener mayor relevancia en este momento.  República Dominicana pareciese que, a la luz de las consecuencias del virus y las medidas excepcionales producidas, se han ido creando espacios en donde la vida es puesta en una zona de indistinción entre violencia y derecho (Agamben, 1998, p. 50-51), en la que la vida es expuesta a una movilización constante, en donde la existencia de los seres que conviven ahí no depende del derecho, sino de vivir bajo un espacio en donde la norma jurídica y su aplicación se encuentran en relación de exclusión. La norma jurídica y la violencia como conceptos políticos (y, obviamente, como conceptos prácticos en la cotidianidad de las estructuras jurídico-política que constituye cualquier Estado moderno) se indeterminan y traen como resultado un espacio de anomía (Agamben, 2005). Lejos de pensar en que el virus no es una amenaza, de hecho, todo lo contrario, es una amenaza que va a cambiar y ha cambiado la forma en la que vemos el mundo, es tan preocupante que cada vez más se hace, desde la tesis de Agamben, que las democracias occidentales estén cada vez más apelando a autoritarismos que se veían en los totalitarismos del siglo XX para poder lidiar con la expansión de la pandemia.  Cada vez más vemos como las expresiones de Agamben y de otros filósofos, como Roberto Esposito, se hacen cada vez más certeras: “Nunca como hoy los conflictos, las heridas, los medios que lo atormentan, parecen poner en juego nada menos que su vida misma” (Esposito, 2004, p. 20).

Hoy en día, el dominicano, desde su propia situación histórica, nunca vio algo que las contradicciones y conflictos con que están acostumbrados a lidiar, se les explotara todos a la vez, gracias a una pandemia. Lo cual pone sobre la mesa otra reflexión. ¿Qué será del “neoliberalismo” implementado desde los 80 en la República Dominicana? ¿Acaso es a lo que se refería Zizek con que el coronavirus ha herido al capitalismo de muerte? Si bien, creo que el capitalismo no va a morir, especialmente en República Dominicana, lo que si es probable que se empiece a replantearse el modelo de sociedad que tenemos. Pero cuidado, como bien nos advierte Byung-Chul Han (2020), el peligro de una sociedad teledirigida, en el que, este mismo autor parafraseando a Agamben, la excepción se convierte en norma. Esta guerra civil legal (Agamben, 2005) que data desde hace más de un siglo ha encontrado una fase que va a tomar un antes y después en todo el mundo, y quizás en República Dominicana no será la excepción. Ese paradigma de la identidad sin rostro que menciona Agamben se afianzará con cabalidad: “¿Qué significa, en efecto, ser reconocidos, si el objeto del reconocimiento no es una persona sino un dato numérico? Detrás del dispositivo que parece reconocerme, ¿no hay también otros hombres que, en realidad, no quieren reconocerme, sino sólo controlarme y acusarme?» (Agamben, 2011). Es probable que veamos en el futuro un despliegue de dispositivos —tanto tecnológicos como semióticos y simbólicos— que permitan que cada vez más la vida nos deje de pertenecernos más en sentido propio, solo podemos ser reconocidos como tales a la luz de algún escáner biomédico que monitoree nuestra temperatura corporal (en caso de países industrializados). Este momento de perdida eventual del ciudadano respecto de su intimidad con los otros se hará más evidente y, “en tanto más consoladora es la intimidad virtual con el dispositivo” (Agamben, 2011), en países como el nuestro, tendremos nuestras precariedades pero imaginarios, mentalidades servirán (con más arbitrariedad gracias a la corrupción, la falta de oportunidades y de educación) de esa Gran Maquinaria de la cual habla Agamben, pero independientemente de la forma en la que se positivará este paradigma en cada país o en el caso de República Dominicana,  de lograrse, seremos reconocidos como seres políticos en la medida en la que esa Gran Maquina me reconozca, en la medida en que la base de datos coincida con mis datos numéricos, o digitales. En este momento es que debemos de apelar a la Globalización, pero no a la que apuestan capitalistas la cual es solo la globalización financiera para la circulación de capital financiero, sino que la ayuda y la cooperación, las iniciativas integradas y globalizadas, la confianza y el civismo pueda ayudar a no caer en las garras de las mismas trampas que ocurrieron en los totalitarismos del siglo XX y de esta reflexión no se escapa República Dominicana, con todo y sus peculiaridades.

No solamente no nos toca salir de una batalla contra un virus demasiado contagioso, sino también con la batalla de las implicaciones político-jurídico y económicas, aún cuando estamos literalmente superviviendo gracias a la falta de soberanía alimentaria. Como diríamos los dominicanos: “Dios que reparta suerte”.

Por Luis Eduardo Mella Gómez

 

-Referencias.

 

[1] El cálculo fue de mi autoría, aunque en World o Meter sitúa al 3 de abril  con 4,552 pruebas realizadas, pero no tiene actualizado el total de test, el cual es el citado en el texto, 5,183 acorde al último boletín del Ministerio de Salud Pública.

Sobre el autor:

Luis Eduardo Mella Gómez licenciado en Administración de empresas por la Pontífice Universidad Católica Madre y Maestra, investigador de la escuela de negocios de la misma.Nace un 10 de Octubre de 1989 en el Distrito Nacional de la República Dominicana. Es versado en filosofía, específicamente de epistemología, la filosofía de las ciencias, filosofía política y del derecho y las ciencias sociales en general. 
Ocupa actualmente puesto de impartidor de cátedra en la organización Grupo de estudio Generación Bella.

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