Mi padre se quitó la vida

la muerte de mi padre

Mi padre se quitó la vida. Era de esperar. Su padre lo había hecho, y su abuelo, y el padre de su abuelo… «and so it goes», que dice Vonnegut. Observaba una tradición familiar. Un documento vecinal de principios del siglo dieciséis relata que el magistrado de la Audiencia, Francisco Mayor De Lorenzo Cáceres, «colgose muy impíamente» en el huerto de una capellanía de San Cristóbal de la Laguna. Desde entonces los varones de mi familia se suicidan con disciplina: los arzobispos, los crápulas, los dichosos, los desdichados, como si otra muerte fuera un apocamiento, una falta de carácter. En casa la muerte se deliberaba. La muerte era una decisión. Mi hermano Fernando se quitó la vida a los veinte años. No entraré en detalles. Solo decir que lo hizo con ferocidad, como un torturador, como un mártir, y que todos nos sentimos muy orgullosos de él, Fernando, el último de una dinastía excelente de suicidas, nadie sabe las razones, quizás porque en casa había sonado mucho Schubert, mucho piano neurótico, muchas lecciones de tinieblas, quizás porque siempre nos hemos enamorado de mujeres un poco locas, un poco magas, con tendencia a la melancolía y el misticismo.
«And so it goes»  […].
Yo tenía talento, determinación. Me gustaba la muerte. Estaba destinado a ser uno de los mejores suicidas de todos los tiempos, por encima de los arzobispos y los drogadictos que se ahorcaron, por encima de mi padre, que se voló la cabeza. No he estado a la altura. Sigo aquí, la oveja negra, la bala perdida…. ¿Quién sabe? El pasado está siempre por llegar.

Por Sergio Mayor

Autor español, escrito inédito para la colección «Prosa poderosa» del cuarto número de la revista Bactriana.
Sergio Mayor nació en Las Palmas. Vive retirado en una cueva del desierto de Granada…

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