Cleopatra o reflexiones en torno a la última filósofa helénica

cleopatra estatua

¿Era Cleopatra –en tanto ethos– una egipcia? No, era una helénica, y eso más allá de la dinastía lágida a la que perteneció. Su nombre y figura incólume se adscribe a la larga estirpe de los Ptolomeos. Siendo Ptolomeo I quien fundaría la dinastía, al cabo de la precoz muerte del gran Alejandro. Nos refiere Plutarco en su obra «Vida de Alejandro Magno» que de hecho, fue Ptolomeo I Sóter, el más grande y significativo amigo de Alejandro después de Hefestión (Eros implícito). El hecho es que tras la figura que representa esta enigmática mujer en la propia historiografía, se han creado muchos mitos, el más famoso de ellos: el que fue una meretriz, ninfómana, erómena y un sin fin de saltimbanquis. La realidad concreta nos refiere que fue la única faraona de Egipto… que venía de Grecia. La etimología del nombre de Cleopatra significa «gloria de su padre» Y este es su rostro sacado de las imágenes acuñadas en las monedas, no obstante; Cleopatra ascendió al trono a los 17 años y murió a los 39… hablaba 16 idiomas. Cleopatra conocía el lenguaje del antiguo Egipto y había aprendido a leer jeroglíficos, un caso único en su dinastía. Aparte de esto, conocía el griego y los idiomas de los partos, hebreos, medos, trogloditas, sirios, etíopes y árabes. Con estos conocimientos, cualquier libro del mundo se encontraba abierto para ella. Se podría decir sin miedo a errar que llegó a ser una de las personas más cultas del mundo, en su época. Además de idiomas, estudió geografía, historia, astronomía, diplomacia internacional, matemáticas, alquimia, medicina, zoología, economía y otras disciplinas, ¿cómo entonces no llamarle filósofa? Intentó acceder a todo el saber de su época y un filósofo es, por antonomasia quien le ama, quien ama el conocimiento.

Cleopatra pasaba mucho tiempo en una especie de antiguo laboratorio. Escribió algunas obras relacionadas con hierbas y cosméticos y una serie de colecciones en papiro que contenían sus reflexiones y pensamientos. Desgraciadamente, todos sus libros quedaron destruidos en el incendio de la gran Biblioteca de Alejandría del año 391 d. C. El famoso médico Galeno estudió su obra, y fue capaz de transcribir algunas de las recetas ideadas por Cleopatra. Uno de estos remedios, que Galeno también recomendó a sus pacientes, era una crema especial que podía ayudar a los hombres calvos a recuperar su cabello. Los libros de Cleopatra también incluían trucos de belleza, pero ninguno de ellos ha llegado hasta nosotros. La reina de Egipto estaba asimismo interesada en la curación mediante las hierbas, y gracias a sus conocimientos de idiomas tenía acceso a numerosos papiros que se encuentran perdidos a día de hoy. Su influencia en las ciencias y la medicina era bien conocida en los primeros siglos del cristianismo.

Escultura romana de Cleopatra con una diadema real, de mediados del siglo I a. C. (época de sus visitas a Roma en 46-44 a. C.) encontrada en una villa italiana en la Vía Apia, actualmente expuesta en el Altes Museum

¿Cómo con tan poca edad esta mujer pudo ascender al trono? El mito canónico nos refiere que por su atractivo, su belleza, su educación y su inteligencia política, pero los últimos replanteamientos historiográficos nos refieren que por su alcance y su cultura. Los que odiaban a Cleopatra se esforzaron mucho en crear una imagen distorsionada de ella para perjudicarla. La pintaron como a una mujer radicalmente bella, obsesionada con el físico, una «femme fatale», obsesiva e increíblemente sexual. La acusaron de usar su poderío carnal para seducir y engañar y la tildaron de “ramera”, pero, fundamentalmente, Cleopatra fue una pensadora, una líder astuta e inteligente que luchó toda su vida por salvaguardar Egipto de la ambición extranjera, Plutarco, ahora en «Vida de Julio César», la comenta como tal. Su lengua materna era el griego y las fuentes históricas que mencionan su origen macedonio se refieren a los griegos macedonios y no a los macedonios eslavos de la ex República Yugoslava de Macedonia (como se suele malinterpretar). El hecho de ser un griego macedonio es una identidad regional dentro de Grecia y no una identidad distinta. Sin mencionar el hecho de que la dinastía ptolemaica fue uno de los ejemplos más famosos de consanguinidad en la historia. Practicaron la consanguinidad para evitar «contaminar» su sangre y, por lo tanto, la mayoría de los miembros de la dinastía tenían un trasfondo muy claro y sin mezcla. El único rastro de ascendencia no griega en Cleopatra puede ser el de Apama, que fue la esposa de Seleucus Nicator. Ella era de origen sogdiano, y los sogdianos eran un grupo iraní que una vez vivió en Asia Central. Como habría de referir al principio de este ensayo, Cleopatra también fue la primera gobernante ptolemaica que hablaba egipcio, ya que ninguno de los gobernantes anteriores lo había hecho, la mayoría prefería atenerse a su entorno griego y solo hablaba Koinè (griego), la lengua materna de Cleopatra. La remarcación histórica del atractivo de Cleopatra parece haber estado más centrada en su inteligencia, personalidad y poder de seducción que en su aspecto físico y henos aquí nuevamente ese punto crucial que juega Plutarco en la propia descripción, ya que fue él mismo quién escribió en su tiempo que la reina de Egipto no era hermosa en el sentido convencional, pero que tenía la capacidad de «embrujar con su discurso» («Vidas paralelas», «Isis y Osiris»). Por consanguinidad Cleopatra era de fenotipo mediterráneo. Piel marrón claro, un rostro delgado con ojos grandes y oscuros, cejas pobladas, una nariz relativamente prominente y labios carnosos. Ectomorfa o mesomorfa, estatura baja o media con extremidades largas y caderas anchas. No es lo que en Hollywood nos han mostrado todo este tiempo, pero tampoco egipcia o con fenotipos egipcios fue.

Como usualmente ha calado Cleopatra en el imaginario colectivo

 

Actriz: Elizabeth Taylor en el film Cleopatra por Joseph L. Mankiewicz

Según las conclusiones de la egiptóloga, Cleopatra medía 1,52 mts de estatura, tenía una piel marcadamente oscura. Su rostro, en tanto, se caracterizaba por tener una gran nariz, labios muy finos y una quijada puntiaguda, lo que se contrapone con la imagen idealizada de la reina egipcia que nos ha entregado el cine y la televisión. Este es el retrato aproximado que fue facilitado por el instituto egiptología de Caen.

Qué interesante habría sido apreciar las consideraciones en torno a la belleza que debió tener Cleopatra, quizá devoró los textos de los antiguos, queda el espacio para la imaginación y especulación. Más si escribió —como se sabe— manuales estéticos.  Por lo que atañe al maquillaje, en la Grecia clásica tanto las casadas como las solteras lo usaban mucho, sólo en caso de luto se consideraba de mal gusto utilizarlo. Las asistentes a los misterios tampoco empleaban afeites.  Se creía que una piel blanca era más atractiva, ya que indicaba que la mujer gozaba de buena posición económica, porque permanecía bajo techo y no tenía la necesidad de salir a la intemperie. Para lograr este efecto, ellas recurrían a polvos blancos y se protegían del sol con una sombrilla. Cabe recordar que Homero describe a Hera como la diosa “de blancos brazos” (Λευκώλενος), la princesa Nausíca también recibe este epíteto. Por su parte, López Melero asevera que, entre más blanca era la mujer, se pensaba que era más femenina y más fértil, esto atraía al varón. Debido a este canon de belleza, las mujeres se esforzaban por conseguir a toda costa una piel blanca: testimonios literarios y arqueológicos […] indican que la utilización del carbonato de plomo era muy común. Pero su uso prolongado era nocivo, ya que destruía la epidermis e incluso provocaba la muerte si se tragaban algunas partículas debido a la reacción de los ácidos gástricos. Pero su gran capacidad de cubrir —incluso los efectos perniciosos de su aplicación—y su resistencia frente al agua, convirtieron al “blanco de plomo” en el maquillaje más común.

Por Susan Gabriela Flores

Sobre la autora: Susan Gabriela Flores, nace en el año 1995 en la ciudad de Coro, Venezuela, es filósofa egresada de la Universidad Católica Cecilio Acosta. Es poeta, bailarina, actriz de teatro y modelo de pasarela de moda, Escribe desde el año 2017 en revistas como: Filosofía Hoy, Aletheia y Bactriana (revista donde actualmente ocupa el cargo de editora).

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