El centauro ontológico. Reflexiones en torno a la “meditación de la técnica” de Ortega y Gasset.

Por Manuel Corroza Muro

INTRODUCCIÓN

Sin la técnica el hombre no existiría ni habría existido nunca.[1] Esta frase, al inicio de la obra Meditación de la técnica, resume a la perfección el contenido filosófico del texto y el punto de vista de su autor, José Ortega y Gasset, sobre la relación entre el ser humano y la técnica. Le cabe a esta obra el honor de ser tal vez la primera reflexión filosófica sistemática sobre los fenómenos de la técnica y la tecnología. Se trata de una serie de conferencias dictadas durante el curso de la Universidad de Verano de Santander en 1933, que posteriormente fueron recopiladas en forma de artículos periodísticos en el periódico argentino La Nación en 1935 y, por último, compiladas en forma de texto único en el año 1939. En la nota preliminar a la obra, Paulino Garagorri afirma:

 

En el caso de esta meditación sobre la técnica, el análisis que Ortega practica acerca de este fenómeno (…) consiste en una investigación sistemática de la índole propia a la realidad del hombre (…) de la que se deriva la necesidad de la invención técnica para su propia pervivencia (…). Se trata, en suma, de inscribir el hecho de la técnica actual en una antropología filosófica, fundada en su propio sistema filosófico (…).[2]

 

Esta última idea es muy importante para entender el espíritu que impregna este breve pero influyente texto. En efecto, Ortega se aproxima al fenómeno de la técnica desde una perspectiva antropológica fundamentada en una de las ideas sillares de su propio pensamiento filosófico: la del hombre como una entidad inacabada, como un ser aún en proyecto, como un programa que ha de realizarse. Son muchas las virtudes eidéticas de esta obrita –así como son numerosas las apreciaciones que no han soportado el paso del tiempo- y este trabajo pretende caracterizar algunas de aquellas en el marco más general de un tratamiento categorial del texto que nos traemos entre manos.

 

Javier Echeverría[3], en su breve excursus sobre esta obra, identifica cuatro tesis fundamentales que resumen –en su opinión- el contenido del texto.

 

Primera tesis de Ortega: una de las especificidades del hombre en el mundo natural consiste en no adaptarse al entorno, sino en confrontarse negativamente con él. (…).

Segunda tesis de Ortega: la sobrenaturaleza surge adaptando la naturaleza a las necesidades del hombre. (…).

[Tercera tesis de Ortega]: las necesidades del hombre no sólo son naturales, sino ante todo artificiales (…).

(…) podemos inferir una cuarta tesis,(…). El hombre no sólo modifica el medio natural para adaptarlo a sus necesidades, sino que también transforma los medios artificializados, plasmando en ellos nuevos deseos (…) El hombre transforma iterativamente el entorno.

 

Se trata, en mi opinión, de un resumen acertado aunque sólo atañe a las reflexiones orteguianas sobre la técnica. Sin embargo, esta obra contiene pensamientos más generales sobre los que también conviene incidir: después de leer y subrayar Meditación de la técnica, creo que pueden extraerse de ella tres pretensiones filosóficas generales, además de algunas ideas-matriz que orientan sus pretensiones argumentativas y una serie de ideas generales que pueden resumir adecuadamente su contenido. Estas últimas se expondrán en la parte final de este comentario. En cuanto a las ideas-matriz, podemos enumerarlas de la manera siguiente:

 

  1. La afirmación de la indeterminación ontológica del ser humano (el ser humano no es, se va haciendo, va ‘siéndose’). El hombre es un centauro ontológico: su porción extranatural es un aún-no-ser.
  2. La técnica posee un papel constituyente en el programa vital, en el aún-no-ser del hombre. La existencia del hombre se plantea como problema.
  • El deseo creador del hombre anticipa la finalidad de la técnica.
  1. No hay progreso lineal de la técnica, sino que depende históricamente de cada programa vital.
  2. Es válida la ecuación “Ser humano = inteligencia técnica + imaginación creadora.”
  3. La periodización de la técnica se establece según un criterio de la relación entre el hombre y la técnica ‘como un todo’ (la idea de técnica): la técnica del azar (técnica como ‘encuentro mágico’), del artesano (técnica como aprendizaje, norma, tradición), y del técnico (técnica como conciencia de la invención ilimitada).
  • El tecnicismo antiguo es de corte ‘teleológico’ y el moderno, de corte ‘analítico-causal’.

 

Sin embargo, estas ideas no se entienden adecuadamente si no se inscriben en el escenario conformado por las pretensiones filosóficas generales de este texto orteguiano. Estas pretensiones son, en esencia, tres, y van a servirnos para conducir nuestro comentario sobre la Meditación:

 

  1. En primer lugar, el texto ofrece una CONCEPCIÓN ONTOLÓGICA DEL HOMBRE que afirma la indeterminación ontológica de la naturaleza humana.
  2. En segundo lugar, se establecen los fundamentos de una FILOSOFÍA DE LA TÉCNICA que prima el papel constituyente de la técnica en la determinación ontológica del ser humano.
  3. Por último, se nos presenta una TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN TÉCNICA que insiste en la historicidad de la técnica y en determinados criterios de periodización de ésta.

 

Vamos a abordar el estudio del texto partiendo de estas tres pretensiones, que servirán como criterio de clasificación de las diferentes ideas que Ortega vierte en su obra. El texto, cuyos capítulos poseen ese formato pedagógico y periodístico tan afín a este pensador, no establece esta división que nuestro comentario propone, sino que mantiene un hilo narrativo coherente, aunque con algunas digresiones (por ejemplo las que hacen referencia a los programas vitales bodhisatva y del gentleman) perfectamente prescindibles, en mi opinión. Otros criterios clasificatorios resultarían igualmente legítimos a la hora de abordar la Meditación, pero creo que su tratamiento como texto fundamentalmente filosófico puede justificar la aproximación que pretendo, con base en las tres ideas arriba mencionadas. Vamos, pues, con ello.

 

UNA CONCEPCIÓN ONTOLÓGICA DEL HOMBRE: LA INDETERMINACIÓN ONTOLÓGICA DE LA NATURALEZA HUMANA

 

Aunque primera en el orden lógico de exposición, la concepción orteguiana de la naturaleza humana no aparece en la Meditación hasta el cuarto capítulo (“Excursiones al subsuelo de la técnica”), hábilmente preludiada por una serie de consideraciones sobre el papel constituyente de la técnica en la configuración del “estar” del hombre en el mundo (lo que propiamente sería la exposición de Ortega sobre la filosofía de la técnica). Partamos entonces de la constatación sobre la indeterminación ontológica del ser humano, que se plantea en toda su crudeza en el mentado capítulo cuarto.

 

Plantea Ortega, en primer lugar, una confrontación –con resabios heideggerianos- entre el ente hombre y el ente mundo El estar el ente hombre en el ente mundo puede adoptar uno de estos carices:

 

  • Que ambos entes coincidan. El hombre sería un ser natural, no tendría necesidades y no sentiría el mundo como algo distinto de él.
  • Que ambos entes fuesen antagónicos. No existiría la vida humana ni tampoco la técnica.
  • Que el estar del hombre en el mundo se encuentre con facilidades y dificultades. El hecho de que nuestro existir consista en estar rodeado de facilidades y dificultades da su especial carácter ontológico a la vida humana. El estar del hombre en el mundo no es un estar pasivo. Para el hombre, existir es tener que hacerse en cada momento su propia existencia.

 

Ortega se apunta a esta tercera posibilidad. Es decir, el ser del hombre y el ser de la naturaleza no coinciden plenamente: el hombre –en célebre expresión del filósofo- es una especie de centauro ontológico. Lo que tiene de natural (las necesidades biológicas básicas) se realiza por sí mismo y no lo siente como su auténtico ser en tanto su porción extra-natural, que siente como su verdadero ser, es una pretensión de ser, un proyecto de vida. Veremos que, para Ortega, el hombre toma conciencia de esta pretensión gracias a la técnica. La vida del hombre es, entonces, un afán de realizar un determinado programa de existencia. Esta tesis se radicaliza en la siguiente afirmación:

 

El hombre es, pues, ante todo, algo que no tiene realidad ni corporal ni espiritual: es un programa como tal; por lo tanto, lo que aún no es sino que aspira a ser(…). En este sentido, el hombre no es una cosa, sino una pretensión.[4]

 

Añade Ortega que los términos “naturaleza”, “mundo”, “circunstancia” son interpretaciones que el hombre da a lo que primariamente se encuentra, que es un complejo de facilidades y dificultades. Esto que primitivamente halla el ser humano no tiene un ser aparte e independiente de él, sino que agota su contenido en ser facilidad o dificultad. Podríamos deducir de estas afirmaciones una epistemología parcialmente relativista, subjetivista e incluso moderadamente solipsista: en efecto, no sabemos con exactitud qué y cómo sea lo que llamamos “mundo”, y lo único que nos interesa de él es su carácter facilitador o dificultador de la praxis humana. Es decir, el “mundo”, la “realidad”, se configuran intencionalmente según nuestros propios intereses y necesidades, y esta intencionalidad posee carácter representacional, informativo y cognitivo.

 

En el siguiente capítulo, e incidiendo todavía en las tesis ontológicas orteguianas, se empiezan a sacar algunas conclusiones de las aserciones previas. Así, la existencia humana aparece como problema. El hombre, al existir, tiene que realizar el programa en que consiste: la vida se presenta como  un inexorable quehacer. Para ser hay que actuar; se ‘es’ esa actuación. Para el hombre, vivir es producción. La vida no es contemplación, pensamiento, teoría; es producción y fabricación y sólo después es teoría y ciencia.

 

Quedémonos con la idea del hombre como proyecto, como programa,  y al mismo tiempo como aún-no ser. Sin embargo, la síntesis de estos aspectos puede arrojar alguna conclusión interesante que Ortega no llegó a desarrollar en este texto. En efecto, un programa –o un proyecto- posee una realidad siquiera “virtual”, es decir, en cierto modos es ya un ente terminado:  un programa es una secuencia completa de instrucciones codificadas, en tanto un proyecto consiste en una anticipación completa de algo que está por realizarse, pero cuyos detalles están, por decirlo así, “prefigurados” en él. Sin embargo, Ortega  afirma que el ente llamado “hombre” aún no es sino que aspira a ser,  y esta precisión es la que establece la idea de “indeterminación”, una idea que en realidad no forma parte de los significados atribuibles a “programa” o a “proyecto”. Pienso que, con la caracterización orteguiana del hombre como realidad indeterminada, lo que nuestro filósofo quiere en realidad decir es que se trata de un “programa inconcluso, incompleto” pero capaz de completarse a sí mismo,  o bien que el hombre puede asimilarse a un “proyecto incompleto”, pero autocompletable.

 

Las anteriores consideraciones me llevan a concluir que el filósofo español no pensaba en un programa de ordenador (algo que Ortega seguramente ya conocía) como símil de la naturaleza del hombre: un programa de ordenador, como ya he dicho, es una secuencia completa de instrucciones que precisa, para ejecutarse, de un sistema físico que denominamos hardware (algo que, con seguridad, Ortega no conoció con este nombre). Sin embargo, la naturaleza humana, a un tiempo programa y aún-no-ser no es un programa de ordenador listo para realizarse en el sistema físico de su cuerpo (su hardware biológico, por continuar con la analogía): sería más bien un “programa interactivo” que se iría completando al mismo tiempo que se ejecutase. Y esta compleción-ejecución incluiría al unísono a las realidades corporal y espiritual. Ortega es muy claro cuando afirma lo siguiente:

 

El hombre es, pues, ante todo, algo que no tiene realidad ni corporal ni espiritual: es un programa como tal; [5]

 

Y más adelante:

 

Cuerpo y alma son cosas, y yo no soy una cosa, sino un drama, una lucha por llegar a ser lo que tengo que ser.[6]

 

Afirmación, esta última, con tintes teleológicos, lo que en principio parece contradecir la noción del hombre como programa interactivo que se autocompleta en una compleción-ejecución simultánea. (Breve excursus: ¡qué interesante hubiese sido recoger las reflexiones de Ortega frente a realidades como la de los algoritmos genéticos, los autómatas celulares y, sobre todo, la teoría del caos!).

 

Puesto que continuar por el sendero trazado por las anteriores consideraciones nos conduciría a ámbitos filosóficos de muy hondo calado, lo que escapa a la pretensión de este comentario, no nos vamos a detener más en esta caracterización ontológica del ser humano. En realidad, y con ser un aspecto de suma importancia en el pensamiento de Ortega, vamos a considerarla como un preámbulo de lo que es su “autentica” reflexión filosófica sobre la técnica, en el bien entendido que nuestro filósofo obra en este texto al revés que nosotros, es decir: parte de la constatación de la necesidad de la técnica, dada la precariedad de la condición biológica humana, para llegar a la constatación de esa incompletitud ontológica propia de la naturaleza del ser humano.

 

LA FILOSOFÍA DE LA TÉCNICA Y SU PAPEL CONSTITUYENTE EN LA DETERMINACIÓN ONTOLÓGICA DEL SER HUMANO

 

La reflexión propiamente filosófica sobre la técnica discurre en la introducción y los tres primeros capítulos de la Meditación, y sirve de preámbulo a la tesis de la indeterminación ontológica del hombre, que he tratado de desarrollar en la sección anterior. A lo largo de esta parte del libro, Ortega presenta un gran número de ideas, muy interesantes, en relación con la inicial “desnudez” humana ante el mundo como punto de partida de la praxis del ser humano frente a su entorno. Creo que el contenido sumario de estos capítulos puede resumirse perfectamente en estas cuatro ideas, que son otras tantas definiciones de la noción “técnica”:

 

  1. La técnica es una sobrenaturaleza del hombre, en la que éste se encuentra sumergido.
  2. La técnica es la modificación de la naturaleza con vistas a anular las necesidades del hombre, es la adaptación del medio al sujeto.
  3. La técnica es la producción de lo superfluo, con vistas al bien-estar del hombre, y es variable e inestable en sumo grado.
  4. La técnica es el esfuerzo para ahorrar esfuerzo. El hueco dejado por el esfuerzo ahorrado se emplea en inventar la vida.

 

La primera definición trae como corolario algunas ideas que merece la pena reseñar, en especial estas dos: la de la “invisibilidad” actual del las técnicas (hoy no sólo no se suele ver funcionar las técnicas correspondientes, sino que la mayor parte de ellas son invisibles, quiero decir que su espectáculo no descubre su realidad [7]) y la de la “menor transparencia” de la vida individual (la colocación del hombre actual ante su propia vida es más irreal, (…) de donde resulta que al hombre medio se le ha hecho hoy su propia vida menos transparente que lo que la suya era al hombre en otros tiempos [8]).

 

La segunda definición, la de la técnica como modificación de la naturaleza y adaptación de ésta al ser humano, se desenvuelve a través de consideraciones sobre lo que podríamos llamar “antropología de la praxis”. En esencia, estas consideraciones vienen a afirmar que el hombre se encuentra con un sistema de necesidades básicas y con un repertorio de actividades igualmente básicas que subvienen a tales necesidades. Sólo cuando la naturaleza no proporciona los medios para satisfacer estas necesidades, se pone en marcha, a diferencia de lo que ocurre con los animales, una segunda línea de actividades que consisten en producir lo que no estaba en la naturaleza (por ejemplo, hacer fuego frente a calentarse o cultivar un campo frente a alimentarse). Ortega aclara que estas “segundas actividades” no son actos de satisfacción de las necesidades, sino que suponen una suspensión de las actividades de satisfacción y una capacidad de desprenderse transitoriamente de las urgencias vitales.

 

Los actos de este segundo repertorio presuponen y llevan en sí la invención de un procedimiento, que suele consistir en la creación de un objeto -instrumento o aparato-. Estos actos modifican la circunstancia o naturaleza, produciendo lo que no hay. Estos son los actos técnicos y su conjunto, la técnica. Y de ahí surge la definición que estamos comentando: la técnica es la reforma que el hombre impone a la naturaleza con vistas a la satisfacción de sus necesidades; es una reacción contra la naturaleza-circunstancia y crea, entre éstas y el hombre, una sobrenaturaleza. La técnica –concluye el filósofo- no es, así, lo que hace el hombre para satisfacer sus necesidades, sino la reforma de la naturaleza con vistas a anular tales necesidades.

 

En lo que hace a la técnica entendida como producción de lo superfluo, Ortega la relaciona con dos supuestos: un supuesto sobre la noción de “necesidad humana”, que abarca tanto lo objetivamente necesario como lo objetivamente superfluo, y otro supuesto muy vinculado al anterior y que viene a decir que el empeño del hombre por vivir es inseparable de su empeño por “estar bien”. Según esto último, la vida no significa sólo estar, sino bien-estar, que es la necesidad fundamental para el hombre.  A partir de estas premisas arranca la identificación orteguiana:

 

Pero el hombre es hombre porque para él existir significa desde luego y siempre bienestar; por eso es a nativitate técnico, creador de lo superfluo. Hombre, técnica y bienestar son, en última instancia, sinónimos. [9]

 

Además, este bien-estar no es una magnitud biológica fija, dada de una vez para siempre, sino que es una realidad móvil y variable, razón por la cual la técnica se presenta también como una realidad proteiforme, en constante mutación.[10] La consecuencia que puede extraerse de esta tesis es muy importante en la caracterización orteguiana de la técnica, pues ésta no se presenta ya como un “trascendental histórico”, como una entidad que sobrevuela la historia humana hacia un término previamente establecido, sino que aparece como algo inmanente al subsuelo ontológico del ser humano, como una realidad esencialmente histórica (y no en un sentido hegeliano, precisamente). Por esta razón, Ortega rechaza la idea de “progreso” como idea descriptivo-explicativa del devenir de la técnica, aunque no la rechaza – creo- en cuanto idea reguladora de este mismo devenir.

 

Por último, la definición de la técnica como esfuerzo para ahorrar esfuerzo cobra una particular importancia como reflexión articuladora entre la caracterización antropológica de la técnica, desarrollada hasta el momento, y la caracterización ontológica del hombre como ente indeterminado y “aún-no-ser”, expuesta en el apartado anterior. Ortega encuentra sorprendente que el hombre se esfuerce en ahorrarse esfuerzo, y se pregunta: ¿A dónde va a parar el esfuerzo ahorrado y que queda vacante?  Este afán de ahorrar esfuerzo es lo que inspira a la técnica y pertenece a su misma esencia.

 

Y he aquí cómo la meditación de la técnica nos hace tropezar (…) con el raro misterio del ser del hombre. [11]

 

En el esfuerzo del hombre por reducir al mínimo su vida animal se forma un hueco que orienta al hombre a unos quehaceres no biológicos que él se inventa, inventándose por tanto a sí mismo. Esa vida inventada es a lo que el hombre llama vida humana, bienestar. De modo que la vida humana trasciende de la realidad natural, no le es dada al hombre, sino que éste se la hace, se la inventa. ¿Es –inquiere nuestro filósofo- la vida humana una obra de imaginación?

 

Pues bien, creo que podríamos recapitular los contenidos de estas reflexiones orteguianas sobre la técnica de la forma siguiente:

 

  1. Según Ortega, la técnica, en cuanto sobrenaturaleza, actúa como una realidad de ocultación de la vida real de los individuos, especialmente en la época histórica actual. Sin embargo, esta sobrenaturaleza “ocultadora” es ella misma, a lo que parece, “transparente” a los ojos de cuantos viven sumergidos en ella. Una sobrenaturaleza transparente de ocultación es algo que recuerda sospechosamente a la noción marxista de “objetivación”, aunque es más que probable que el liberal Ortega no pretendiera con esta definición tender puentes conceptuales con Marx.
  2. La técnica en cuanto modificación de la naturaleza implica la transformación del entorno y su adaptación al ser humano: supone, en expresión de Ortega, un reobrar sobre la circunstancia. Esta dimensión de la técnica evidencia su carácter “creador”, su naturaleza “demiúrgica”, y apunta un cierto perfil teleológico, pues justamente la técnica es un reobrar del hombre sobre su medio para atenuar sus necesidades básicas, lo que implica una racionalidad –instrumental, posiblemente- subyacente.
  3. Situada como productora de lo superfluo, la técnica resulta tributaria del impulso de búsqueda y consecución del bien-estar como necesidad humana. Esta definición apunta en un doble sentido: el de la técnica como realidad mutable, variable, proteiforme –no existiría “la” técnica como hipóstasis de un conjunto de acciones poiéticas del ser humano- y el de la técnica como entidad inmanente, contingente y radicalmente histórica, debeladora de la idea metafísica de “progreso”.
  4. Por último, considerada como un esfuerzo para ahorrar esfuerzo, la técnica introduce en el hombre la reflexión sobre el “qué hacer”, sobre el “tiempo” como espacio de posibilidades y potencialidades y sobre la construcción de una identidad como “ser”. En definitiva, la técnica opera como factor de determinación ontológica del ser humano, con lo que, de algún modo, la técnica “crea” al hombre. De nuevo nos asomamos a los contornos ideológicos de la “objetivación” marxista, pace Ortega, pero esta vez en su re-obrar sobre la naturaleza humana. La técnica se nos presenta, así, tanto como un reobrar del hombre sobre su medio cuanto como un reobrar del medio (artificializado) sobre el hombre.

 

En definitiva, y forzando al máximo las afirmaciones de Ortega, retorciendo sus contenidos conceptuales, podríamos definir la técnica como una sobrenaturaleza transparente de ocultación segregada desde la naturaleza humana (a) que adapta teleológicamente el entorno de forma creadora (b) que actúa históricamente como realidad inmanente y sumamente variable (c) y que proporciona un espacio de potencialidades con vistas a la determinación ontológica del ser humano.

 

UNA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN TÉCNICA: LA INSISTENCIA EN LA HISTORICIDAD DE LA TÉCNICA Y EN DETERMINADOS CRITERIOS DE PERIODIZACIÓN DE ÉSTA

 

Dice Ortega:

 

A mi entender, un principio radical para periodizar la evolución de la técnica es atender la relación misma entre el hombre y su técnica o, dicho en otro giro, a la idea que el hombre ha ido teniendo de su técnica, no de ésta o la otra determinadas, sino de la función técnica en general.[12]

 

Previa a esta consideración, Ortega introduce este tema con una afirmación que creo muy destacable. Dice el autor que el verdadero significado técnico representado por un invento no depende del lugar y fecha de su creación, y pone el ejemplo de la pólvora y la imprenta: éstos son, en realidad, contemporáneos, como inventos, de la brújula y el compás, aunque su existencia pueda remontarse cientos de años atrás y localizarse en China y no en la Europa del Renacimiento, y representan la técnica de la actio in distans, que Ortega considera como el subsuelo de la actual técnica.

 

Partiendo del principio de periodización arriba mencionado, Ortega distingue tres grandes períodos en la evolución de la técnica: la técnica del azar, la del artesano y la del técnico.

 

En la técnica del azar, propia del hombre prehistórico y del “salvaje”, es la casualidad la que proporciona el invento. El hombre primitivo ignora su propia técnica como tal técnica. Los actos técnicos, cuyo repertorio es muy escaso, se desperdigan y sumergen en el conjunto de sus actos naturales y se presentan al hombre primitivo como perteneciendo a su vida no técnica. Además, la sencillez y escasez de la técnica primigenia hace que sus actos sean ejercitados por todos los miembros de la colectividad; sólo hay una pequeña especialización de género. Por otra parte, el hombre primitivo no sabe que puede inventar, y este acto no es previo y deliberado: el primitivo “se encuentra” con él, tiene una visión súbita de un nuevo nexo entre las cosas. Esto dota a las técnicas primitivas de un halo de magia, y sólo son técnicas en lo que tienen de magia. En suma, la percepción de la técnica en las comunidades primitivas puede caracterizarse de la forma siguiente: se trata de una actividad –o un conjunto de actividades- naturalizada, normalizada (en tanto no especializada) y mágica. Podría parecer que hay una contradicción en la caracterización simultánea de la técnica como actividad normalizada y mágica; sin embargo, no hay tal contradicción si se adscriben a las primitivas comunidades humanas una mentalidad global mágica, una “cosmovisión” que integra armoniosamente los aspectos naturales y los sobrenaturales como parte de un continuo perceptivo y normativo vital.

 

La técnica del artesano es la que Ortega sitúa en Grecia, Roma y la Edad Media. En esta etapa no se tiene conciencia de la técnica como función genérica e ilimitada. Aunque el repertorio de actos técnicos ha crecido, la proporción entre lo técnico y lo no técnico no es tal que lo técnico se haya hecho la base de sustentación, que sigue siendo lo natural. Al mismo tiempo han crecido mucho los actos técnicos y han surgido los artesanos, con la adquisición consiguiente de una conciencia de la técnica como algo especial: no se sabe que hay técnica, pero sí que hay técnicos. La técnica pertenece a la naturaleza del hombre. El hombre se encuentra instalado en el sistema fijo de las artes (téchne). Es importante señalar que en la artesanía no se concibe la conciencia del invento; el artesano tiene que aprender en un largo aprendizaje, y se inspira en la norma de encajarse en la tradición como tal. El artesano está vuelto al pasado, no abierto a nuevas posibilidades. En lo referente a los “productos” de la técnica, el invento aún no ha producido máquinas¸sino instrumentos. El instrumento auxilia al hombre, que sigue siendo, con sus actos “naturales”, el actor principal. La máquina, por el contrario, es un instrumento que trabaja por sí , pasa a primer plano y se desprende del hombre. Lo más reseñable de la caracterización de este período evolutivo es que toda técnica posee un doble aspecto: consiste primero en un plan de actividades, en un método o procedimiento (la técnica en sentido estricto, propia del técnico) y después en una ejecución del plan, propia del obrero. El artesano es a la vez técnico y obrero, y la separación de ambos es característica del tercer estadio.

 

En la técnica del técnico, el hombre adquiere conciencia clara de que posee una capacidad distinta de las que integran su porción natural, capacidad que es un hontanar de actividades ilimitadas. Este hecho supone el tránsito de una conciencia de lo que el hombre es incapaz de hacer a una conciencia de su principal ilimitación. La técnica como manifestación de una capacidad ilimitada hace que al hombre que vive de su fe en ella se le vacíe la vida, que pueda serlo todo y por ello nada determinado (y aquí entronca Ortega su tesis evolucionista de la técnica con la indeterminada constitución ontológica del ser humano).

 

Hay una parte en este conjunto de consideraciones que merece la pena resaltar, y es la referente a lo que Ortega denomina el tecnicismo, que viene a ser “el método intelectual que opera en la creación técnica”, condición necesaria, aunque no suficiente, para la emergencia de la técnica.  Para ilustrar este concepto, nuestro filósofo establece una comparación entre el tecnicismo, qua método intelectual, en la técnica antigua y en la moderna. Así, en el tecnicismo antiguo, el técnico parte del resultado que se propone: toma en bloque ese resultado y busca medios para él. Su mente es prisionera de la finalidad propuesta y utiliza como medios aquellos procedimientos que produzcan, en una sola operación, el resultado total. En los comienzos de la técnica, el medio para hacer una cosa se parece mucho a la cosa misma. Estaríamos hablando de un tecnicismo de corte teleológico, de un método intelectual orientado hacia unos fines prejifados. Bien entendido que el telos actúa más como modelo que como mera intencionalidad.

 

En contraste, el nuevo tecnicismo no va sin más de la imagen del resultado a los medios que lo logren, sino que se detiene ante el propósito y lo analiza: descompone el resultado total en resultados parciales, en sus “causas” o fenómenos ingredientes. El aristotelismo no descompone el fenómeno, sino que lo toma en su conjunto y le busca una causa también conjunta, pero Galileo analiza (descompone) un movimiento en sus movimientos elementales. En este caso, el tecnicismo posee una carácter más bien analítico; intencionalmente es similar al tecnicismo antiguo (pues persigue también la finalidad del logro técnico), mientras que operativamente no se mueve a través de la implementación de modelos totales en las fases intermedias del proceso, sino que obra a través de lo que nos atrevemos a llamar un ciclo de descomposición-recomposición (o de análisis-síntesis), con vistas al resultado último.

 

Me gustaría recapitular todo lo dicho hasta ahora en algunas reflexiones sobre la tesis evolucionsita de Ortega:

 

  1. En primer lugar, Ortega vincula estrechamente los diferentes hitos en el continuo evolutivo de la técnica con una autopercepción del ser humano en cuanto a sus capacidades, con una toma de conciencia de sí progresivamente más completa. El ser humano toma conciencia creciente de sí mismo y de sus potencialidades a través del desarrollo de sus capacidades y acciones técnicas. Diríamos que, según el filósofo madrileño, la técnica obra como factor constituyente de la autoconciencia del ser humano.
  2. En relación con lo anterior, el modelo evolucionista orteguiano es un modelo aproximadamente lineal, aunque no teleológico (como el propio autor se encarga de poner en claro en varias partes de su libro al rechazar la noción de “progreso”).
  3. Además, Ortega establece una fuerte conexión entre la evolución técnica y la especialización del trabajo social en las comunidades humanas. En este sentido, la distinción entre “plan de actividades” (propia del técnico) y “ejecución” (asignable al obrero) resulta particularmente pertinente.
  4. El proceso evolutivo de la técnica supone también, aunque Ortega no lo mencione expresamente, un incremento en el grado de artificialización de la vida humana. No por evidente debemos dejar de reseñar este aspecto, que guarda una clara relación de implicación con la tesis del hombre como centauro ontológico, esto es, poseedor de una “porción extranatural” que se pone de manifiesto conforme el hombre haya de “inventar” su vida al proveer cada vez con más eficiencia a sus necesidades puramente biológicas.
  5. La presentación del proceso evolutivo en Ortega carece de valoraciones morales y de juicios normativos. Ortega no llega a concretar el pathos de las comunidades humanas frente a sus realidades técnicas coetáneas ni presenta el entramado de esperanzas, deseos y miedos prospectivos que pudiera suscitar el desarrollo técnico, aunque algo apunta al hacer la distinción entre “instrumento” y “máquina”.
  6. La descripción del proceso evolutivo viene acompañada por una descripción pareja del proceso epistemológico de relación con la técnica, que se concreta en tres hitos: la actitud “mágica” (disposición cognitiva pasiva que sólo establece relaciones empíricas singulares causa-efecto), la actitud de “transmisión y aprendizaje” (disposición cognitiva mecánica y repetitiva que sólo se muestra activa en el seno de un entramado de usos establecidos sancionadores) y la actitud de “invención ilimitada” (disposición cognitiva activa de innovación continua que rastrea los puntos inestables y abiertos del entramado de conocimientos y prácticas comúnmente establecidos).
  7. Al mismo tiempo, este proceso epistemológico se concreta en distintos métodos intelectuales (“tecnicismos”) que establecen diferentes relaciones entre los medios y el fin perseguido; estas relaciones pueden ser de corte “modélico-teleológico” (los medios empleados imitan el fin propuesto) o de corte “analítico” (los medios empleados descomponen el fin propuesto y lo vuelven a recomponer).
  8. Ortega no establece mecanismos causales concretos que expliquen la evolución técnica de la humanidad. Su presentación es puramente descriptiva, sin pretensiones normativas ni explicativas. No habla de mecanismos de innovación, ni de factores económicos o productivos, ni de procesos acumulativos de aprendizaje e imitación, sino de actitudes generales ante un hecho, la técnica, que de alguna manera forma parte del “destino ontológico” del ser humano.

 

Con estas consideraciones, podemos atrevernos a elaborar una tabla que reúna las principales características del modelo orteguiano de evolución técnica en función de ciertos parámetros significativos.

 

 

Tabla I. Características del evolucionismo técnico en Ortega

 

             Época histórica

 

Características

 

PREHISTORIA

 

ANTIGÜEDAD CLÁSICA

 

ÉPOCA MODERNA

NIVEL DE AUTOCONCIENCIA

 

Bajo (gran condicionamiento biológico de la vida humana) Medio (no hay conciencia de la técnica, pero sí de los técnicos;  sistema fijo de la téchne) Alto (la técnica crea una sobrenaturaleza; adaptación total del medio al sujeto. La vida inventada)
ESPECIALIZACIÓN DEL TRABAJO SOCIAL Escasa o nula (a lo sumo, especialización de género). Media (especialización gremial artesanal, unión de método y ejecución) Alta (papel del técnico –planificación- totalmente separada de la del obrero –ejecución)
ARTIFICIALIZACIÓN DE LA VIDA HUMANA Nula (las técnicas rudimentarias insertas en las actividades naturales. Instrumentos rudimentarios) Baja (la base de sustentación de la vida humana sigue siendo lo natural frente a lo técnico) Alta (gran conciencia de la capacidad ilimitada de invención técnica del ser humano).
PROCESO EPISTEMOLÓGICO Actitud “mágica” (disposición cognitiva pasiva que sólo establece relaciones empíricas singulares causa-efecto) Actitud de “transmisión y aprendizaje” (disposición cognitiva mecánica y repetitiva que sólo se muestra activa en el seno de un entramado de usos establecidos sancionadores) Actitud de “invención ilimitada” (disposición cognitiva activa de innovación continua que rastrea los puntos inestables y abiertos del entramado de conocimientos y prácticas comúnmente establecidos)
ARTEFACTOS TÉCNICOS Instrumentos (auxiliares de la actividad humana) muy rudimentarios Instrumentos más sofisticados (siempre auxilares de la actividad humana) Instrumentos y máquinas sofisticadas (instrumentos que trabajan por sí y de los que la actividad humana es auxiliar)
TIPO DE TECNICISMO Modelico-teleológico sencillo Modélico-teleológico complejo Analítico-sintético (descomposición-recomposición)

 

 

Esta tabla es una propuesta de categorización de las tesis evolucionistas de Ortega sobre la técnica. No pretende ser exhaustiva ni particularmente exacta, pero puede aportar una visión analítica de las reflexiones que en Ortega se presentan en forma más sintética. Puede resultar interesante comparar esta tabla con otra, extraída de un artículo de Carl Mitcham[13], reconocido pensador sobre temas relacionados con la tecnología. Mitcham estudia comparativamente distintas dimensiones de la theoría y la práxis del ser humano en tres períodos históricos seleccionados, y aunque las categorías empleadas por él no son superponibles a las que figuran en la tabla I (y por ello son sólo parcialmente “conmensurables” con las consideraciones orteguianas), ambas reflexiones comparten el criterio básico de periodización de la técnica en función de las actitudes – epistémicas, volitivas y práxicas- de los seres humanos ante la técnica. Veamos la propuesta de Mitcham.

 

 

Tabla II. La propuesta categorizadora de Carl Mitcham sobre la evolución técnica de la humanidad.

 

          Época histórica

 

Elementos

conceptuales

 

ESCEPTICISMO ANTIGUO

(Sospecha de la tecnología)

 

OPTIMISMO ILUSTRADO

(Promoción de la tecnología)

 

DESASOSIEGO ROMÁNTICO

(Actitud ambigua hacia la tecnología)

VOLICIÓN O INTENCIÓN (religiosa)

 

La voluntad de tecnología implica una tendencia a alejarse de Dios o los dioses La voluntad de tecnología es ordenada por Dios o por la Naturaleza. La voluntad de tecnología es un aspecto de la creatividad –la cual tiende a ocuparse menos de otros aspectos.
ACCIÓN (ética y política)

 

Personal: la opulencia técnica socava la virtud individual.

Social: el cambio técnico debilita la estabilidad social.

Personal: las actividades técnicas socializan a los individuos.

Social: la tecnología crea riqueza pública.

Personal: la tecnología engendra libertad pero aparta de la fuerza afectiva necesaria para ejercitarla.

Social: la tecnología debilita los lazos de afecto sociales.

CONOCIMIENTO (epistemología) La información técnica no es conocimiento verdadero. El compromiso técnico con el mundo produce conocimiento verdadero (pragmatismo). Imaginación y visión son más  cruciales que el conocimiento técnico.
OBJETOS

(metafísica y estética)

Los artefactos son menos reales que los objetos naturales y requieren por tanto una guía externa. Naturaleza y artificio operan mediante los mismos principios mecánicos. Los artefactos expanden los procesos de la vida y revelan lo sublime.

 

 

RECAPITULACIÓN: LA CO-MEDITACIÓN DEL HOMBRE Y LA TÉCNICA EN ORTEGA

 

Para terminar, voy a exponer un resumen de las principales ideas que, según creo, cobran expresión en esta innovadora obra orteguiana.

Referencias:

  1. La técnica es la modificación de la naturaleza para anular las necesidades del hombre, es la adaptación del medio al sujeto.
  2. La técnica es la producción de lo superfluo, con vistas al bien-estar del hombre, y es variable e inestable en sumo grado.
  3. La técnica es el esfuerzo para ahorrar esfuerzo. El hueco dejado por el esfuerzo ahorrado se emplea en inventar la vida.
  4. El hombre es un centauro ontológico: su porción extranatural es una pretensión de ser. El hombre es un programa, un aún-no-ser. El hombre interpreta el complejo de facilidades-dificultades que le rodea como ‘mundo’, ‘naturaleza’ o ‘circunstancia’.
  5. La existencia humana es problema y quehacer y el hombre, para ser, tiene que actuar.
  6. El deseo creador anticipa y pre-fija la finalidad de la técnica, que es externa a ésta.
  7. La técnica en cada período depende del programa vital del hombre en ese período: el ejemplo de los programas vitales bodhisatva, gentleman e hidalgo.
  8. La cosa es el resultado de sus ingredientes y la definición de la cosa por enumeración de sus componentes es la pre-cosa.
  9. La inteligencia técnica es la capacidad, la técnica es el ejercicio efectivo de esa capacidad y la imaginación creadora es la que dirige externamente la técnica en un proyecto de vida.
  10. El criterio principal de periodización de la técnica es la relación entre el hombre y su técnica, la idea que el hombre tiene de la función técnica general: técnica del azar (la técnica como “encuentro mágico”), del artesano (la técnica como aprendizaje, normas y tradición, y no como invención o producción de instrumentos) y del técnico (conciencia de la capacidad ilimitada de invención y producción de máquinas).
  11. El tecnicismo es el método intelectual que opera en la creación técnica. El tecnicismo antiguo anticipa el fin en bloque y busca un medio único para producirlo. El tecnicismo moderno descompone el fin en resultados parciales y lo analiza en sus causas ingredientes.

 

En definitiva, Ortega integra completamente las reflexiones sobre el fenómeno de la técnica en su programa intelectual del raciovitalismo: actúa bajo presupuestos holistas al dar por sentado que el hombre y la técnica se influyen recíprocamente en un proceso de “co-creación” y rechaza de plano los postulados del determinismo tecnológico. Bien al contrario, el filósofo afirma la técnica como condición de posibilidad de la libertad humana al desvincular al hombre de las tiránicas cadenas de la continua satisfacción de sus necesidades biológicas y proveerle de “espacio vital” para la génesis y desarrollo de la vida inventada.

 

Aunque las tesis orteguianas deben ser sometidas a una necesaria actualización, conviene analizar de forma prospectiva y retener proyectivamente expresiones tales como “modificación de la naturaleza”, “sobrenaturaleza”, “producción de lo superfluo”, “esfuerzo para ahorrar esfuerzo”, “centauro ontológico”, “deseo creador”, “programa vital”, “inteligencia técnica”, “imaginación creadora”, “periodización de la técnica” o “tecnicismo”.

 

En cualquier caso, no puede negarse la profundidad y la riqueza potencial de las meditaciones de José Ortega y Gasset en relación con el fenómeno de la técnica, más allá de su carácter innovador respecto del pensamiento filosófico de su época.

 

 

Referencias:

[1] J. Ortega y Gasset, Meditación de la técnica, en “Obras de José Ortega y Gasset”, Alianza Editorial, 1982, p. 13.

[2] Ibíd., p. 9.

[3] J. Echeverría, Los señores del aire: telépolis y el tercer entorno, Destino, 1999.

[4] J. Ortega y Gasset, Meditación de la técnica, pp. 48-49.

[5] Íbid, p. 48.

[6] Íbid, p. 49.

[7] Íbid, p. 16.

[8] Íbid, p. 17.

[9] Íbid, p. 35.

[10] Íbid, p. 36.

[11] Íbid, p. 43.

[12] Íbid, p. 74.

[13] Carl Mitcham, Tres formas de ser-con la tecnología, revista “Anthropos” 94/95, marzo-abril 1989.

 

Sobre el autor:

Manuel Corroza Muro

Doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Navarra (España), autor en diversas revistas y publicaciones y nuevo referente en la revista Bactriana.

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